«Estar en desesperación no es una rareza; no, lo que es raro, muy raro, es no estar... en desesperación»
Kierkegaard, Søren — La enfermedad mortal
¿Es posible creer que estamos llevando una buena vida pero en realidad estar en un crítico estado de desesperación? ¿Puede ser que la conformidad y la búsqueda de estatus social sea una estrategia para ocultar nuestra desesperación no solo de otros, sino de nosotros mismos? ¿Y cuál es un antídoto efectivo para la desesperación que atormenta a tantos en el mundo moderno? En este video, basándonos en las perspicacias del filósofo del siglo 19, Søren Kierkegaard —autoproclamado «médico del alma»—, exploraremos estas preguntas.
«La opinión común, la cual asume que todo aquel que no piensa o siente estar en desesperación no lo está o que solo aquel que afirma estar en desesperación lo está, es totalmente falsa.»
Kierkegaard, Søren — La enfermedad mortal
Tradicionalmente, la desesperación ha sido definida como la ausencia de esperanza, pero, de acuerdo con Kierkegaard, una definición más integral de la desesperación es que es un fallo en el desarrollo del sí-mismo. Un individuo está en desesperación cuando él o ella no está recorriendo el camino de la persona que potencialmente podría ser, o en las palabras de Kierkegaard, la desesperación es la consecuencia de: «... no estar dispuesto a ser el sí-mismo que uno es verdaderamente.» El filósofo Stephen Evans en su libro sobre Kierkegaard expande en este concepto de desesperación:
«Kierkegaard, como Nietzsche medio siglo más tarde, no ve simplemente al sí-mismo como un producto terminado, una especie de entidad, sino como un proceso en desarrollo. El sí-mismo no es simplemente algo que soy, sino algo en lo que debo convertirme... Ser un sí-mismo implica embarcarse en un proceso en el que uno se convierte en algo... Esencialmente, una persona está en desesperación si falla en ser su sí-mismo íntegro. Ser consciente del vacío del sí-mismo resulta en el sentimiento que es normalmente llamado desesperación.»
Evans, Stephen — Kierkegaard
Convertirse en el sí-mismo que uno es implica la realización de todos nuestros potenciales latentes y de todos los elementos de nuestra personalidad que están aún germinando. En la brevedad de una vida humana podemos solo aproximarnos a este ideal del sí-mismo íntegro; pero, de acuerdo con Kierkegaard, avanzar hacia tal estado es la más grande y gratificante de todas las tareas, o como Rollo May explicó:
«Desear ser uno mismo es la verdadera vocación del hombre... los bloqueos en la consciencia [ocurren] porque el individuo [es] incapaz de moverse a través de la acumulación de ansiedad en distintos puntos en su florecimiento. Kierkegaard aclara que avanzar hacia el sí-mismo depende de la capacidad que tenga el individuo para confrontar la ansiedad y avanzar a pesar de ella.»
May, Rollo — The meaning of Anxiety
Algunas personas hacen grandes avances en la dirección del sí-mismo íntegro. Estos son los individuos de gran carácter y personalidad radiante. Muchas personas, sin embargo, se estancan en su desarrollo y en lugar de progresar hacia el ideal del «sí-mismo que uno realmente es» retroceden de él. Malas influencias, mala suerte, o no más que pura pereza y miedo son los responsables más comunes de este fracaso. Entre los que están estancados en su desarrollado algunos son conscientes de su dilema y, por ende, conscientes de su desesperación que según Kierkegaard es, simbólicamente, un diagnóstico positivo. Ya que más sentimos nuestra desesperación, más motivados estamos para buscar formas de superarla, o como escribió el filósofo Michael Watts:
«Sería certero decir que la desesperación es la enfermedad más preciosa conocida por el hombre, por lo tanto no hay motivo para desesperar... si estás sufriendo de ‘desesperación existencial’, dado que esta es, potencialmente, tu pasaje hacia la libertad.»
Watts, Michael — Kierkegaard
Pero no todos aquellos cuya forma de vida inhibe la cultivación del sí-mismo son conscientes del foso de desesperación en el que están descendiendo. Algunos individuos, a los que la plena consciencia de su situación los inundaría de desesperación, en realidad creen que el camino de vida en el que están es correcto e idóneo y los gratificará. Pero, según Kierkegaard, estas almas desafortunadas son como el tuberculoso, o como el hombre o la mujer que es afligido por una enfermedad degenerativa aún no detectada, o como escribió:
«... el desesperado [inconsciente] está en la misma situación que el tuberculoso; se siente mejor, considera ser el más sano, puede parecer para otros que está en una condición vitalicia, en el mismo momento en que la enfermedad está en su punto más crítico.»
Kierkegaard, Søren — La enfermedad mortal
Dos fuerzas están impulsando a muchos en nuestros días hacia este estado crítico: el corrupto estado de un estilo de vida conformista moderno y la propensión humana hacia el autoengaño. La conformidad no es en sí mala o buena, su valor depende del tipo que vida que fomenta. Si fomenta el saludable funcionamiento del cuerpo y la mente, la conformidad es buena; si estanca el desarrollo de un individuo entonces es mala. En el mundo moderno la conformidad es más propicia a hacernos retroceder del ideal del sí-mismo que a fomentar su florecimiento, y esto se debe a la excesiva atención que nuestra sociedad pone en el valor externo. Riqueza, estatus social, popularidad, buen aspecto y poder sobre otros son los valores dominantes para los conformistas modernos, y esto está creando individuos psicológicamente paralizados. Dado que el mundo dentro de nosotros tiene que ser dominado con tanta seguridad como el mundo exterior y esto quiere decir que para experimentar la cultivación del sí-mismo íntegro debemos también enfocarnos en nuestros valores internos como la inteligencia emocional, la resiliencia psicológica, el coraje, la integridad, la tolerancia y la habilidad de pensar por nosotros mismos. El conformista moderno con su enfoque en el mundo exterior descuida estos valores interiores de manera que tiene dificultades para moverse en la dirección de su sí-mismo íntegro y de ese modo se encuentra en desesperación, o como escribió Kierkegaard:
«Por ver a la multitud de personas a su alrededor, por estar ocupado con toda clase de asuntos mundanos, por ser sabio en las maneras del mundo, tal sujeto se olvida de sí mismo... no osa creer en sí mismo, considera ser el mismo demasiado arriesgado, encuentra mucho más fácil y seguro ser como los demás, convertirse en una copia, en un número, en un vulgar. Actualmente, esta forma de desesperación pasa, prácticamente, desapercibida en el mundo. Precisamente por perderse de esta manera, tal sujeto obtienen todo lo que se requiere para tener un impecable rendimiento en la vida diaria, sí, a fin de materializar un gran éxito en la vida... Lejos de que alguien piense que está en desesperación, él es exactamente lo que un ser humano debe ser. Naturalmente, el mundo, generalmente, no conoce lo que es realmente horrible. La desesperación que no solo no causa ningún inconveniente en la vida, sino que hace la vida conveniente y confortable, no es, naturalmente, considera como desesperación.»
Kierkegaard, Søren — La enfermedad mortal
La conformidad, sin embargo, sirve tanto para estimular la desesperación como para brindar una forma al hombre o la mujer de negar su desesperación mediante el autoengaño. «Nada es tan difícil como no autoengañarse», escribió Wittgenstein, y una de las formas de engañarse usada por el conformista es afirmar que no hay nada incorrecto en su modo de vida; más bien, hay algo incorrecto en sus condiciones externas. «No subí suficientes escalones en la escalera del éxito social ni conseguí suficiente dinero y estatus», afirma el conformista. O el conformista culpa a sus amigos o familiares por su infelicidad, y como resultado de estas racionalizaciones y la creencia de que la buena vida es producto de conseguir ciertos valores externos, redobla la apuesta en su dedicación a la conformidad y en el proceso se aleja aún más de reconocer que su desesperación estriba en su preocupación unilateral por lo externo. Si estos autoengaños no consiguen alejar sus sentimientos de desesperación más allá de la periferia de su consciencia, entonces el conformista se vuelve alcohólico, drogadicto o adicto a la distracción de las pantallas para permanecer ignaro de su verdadera naturaleza y la profundidad de su desesperación.
«En algún momento casi le ha quedado claro que está en desesperación; pero entonces, en otro momento le parece como si, después de todo, su indisposición fuera de otro suelo... algo más allá de él, y si eso cambiaría, él ya no estaría en desesperación. O quizás, por desvíos, o de otras maneras, p. ej., por trabajos y ocupaciones ajetreadas como medios de distracción, busca deliberadamente mantener una oscuridad en lo que respecta a su condición.»
Kierkegaard, Søren — La enfermedad mortal
Para evitar el peligroso estado del conformista, Kierkegaard nos insta a cultivar el coraje para aceptar que puede haber errores en nuestros comportamientos y darnos cuenta de que los sentimientos de desesperación deberían de ser acogidos y examinados en lugar de negados:
«El hombre desesperado que es inconsciente de su desesperación está, en comparación con aquel que es consciente, meramente, y desfavorablemente, a un paso más lejos de la verdad y de la salvación»
Kierkegaard, Søren — La enfermedad mortal
Pero tomar consciencia de la desesperación es solo el primer paso, ya que también se debe tomar acción si se quiere realizar un cambio. Kierkegaard, consecuentemente, recomienda elegir un ideal personalizado para moldear el curso de nuestra vida, un [ideal] que fomente el desarrollo interno y maestría del mundo exterior, ya que ambos son necesarios para avanzar hacia el sí-mismo íntegro. Necesitamos, en otras palabras, algo a lo que aspirar que nos fuerce a realizar nuestro potencial, y esto es mejor suministrado mediante el descubrimiento de un propósito, o lo que Kierkegaard llamó una pasión.
«... no se puede existir sin una pasión.», escribió Kierkegaard - Kierkegaard, Søren — Concluding Unscientific PostscriptUna pasión es una idea, un objetivo o una forma de vida que es significativa, perdurable, y la cual al usarla para estructurar nuestra vida produce una expresión auténtica de lo que realmente somos. Con una pasión nuestra vida tiene una dirección; sin una pasión no somos sino errantes pasivos y por ende permeable a la conformidad irracional y al inerte desarrollo que estriba en la desesperación. Sobre la importancia de descubrir una pasión, Kierkegaard escribió en su diario:
«Tener en claro lo que tengo que hacer, no lo que tengo que saber, excepto en tanto que un cierto conocimiento debe preceder cada acción. La cuestión es entenderme a mí mismo... la cuestión es encontrar una verdad que sea verdadera para mí, encontrar la idea por la cual pueda vivir y morir.»
Kierkegaard, Søren — The Journals of Kierkegaard 1834-1854
La pasión, o la idea, la cual mantiene la inestabilidad de nuestro sí-mismo junta y nos ayuda a crecer hacia el sí-mismo íntegro puede ser un valor o un conjunto de valores; puede que vivamos y muramos por aventura, amor, creatividad, belleza, libertad o verdad. Puede ser algo que apreciemos como la familia, el crecimiento personal y espiritual o una vocación. O puede ser un objetivo noble y significativo que forma el propósito de nuestra vida y el cual estamos determinamos a realizar a toda costa, ya que, como su hermano de guerra filosófico, Friedrich Nietzsche, escribió en una nota no publicada:
«Para que propósito la humanidad está acá es algo que ni siquiera debería de preocuparnos: por qué tú estás acá, eso deberías de preguntarte: y si no tienes una respuesta a mano, entonces imponte un objetivo, un objetivo grande y noble, ¡y perece mientras lo persigues! No conozco mejor propósito en la vida que perecer mientras se intenta lograr lo grande e imposible.»
Nietzsche, Friedrich — Unpublished Note from 1873
Muchos individuos actualmente están más preocupados en seguir el ritmo de las últimas modas y tecnologías, verse bien en las redes sociales, obtener riqueza y estatus social, y, en general, conformarse con lo que se considere como deseable socialmente que con el estado de su espíritu y el valor de su vida. Y por eso las perspicacias de Kierkegaard ofrecen un muy necesitado antídoto al vacío de nuestra época. Su filosofía es un recordatorio sobre la necesidad de reflexionar respecto a lo que somos y por qué hacemos lo que hacemos. Su sutil agudeza ayuda a perforar las mentiras que nos decimos y captar las motivaciones que pueden engañosamente fundar nuestras decisiones y comportamientos. Y su análisis psicológico del vulgar hace hincapié en la importancia de reflexionar periódicamente sobre si la vida que estamos llevando es una de la que estaremos orgullosos a medida que el fin se acerque o si estamos hundiéndonos en el autoengaño, negando nuestra desesperación y dejando el terreno listo para un profundo arrepentimiento.
«¿De qué le serviría a un hombre ganar el mundo si pierde su alma?»
El libro de Mateo
O como escribió John Mullen:
«Søren Kierkegaard era un filósofo del espíritu humano. Comprender lo que está diciendo implica ser desafiado como persona, el desafío es una forma de interrogación, cuyo tema es simple: eres una persona que existe, eres un ser humano; ¿le das a este hecho la seriedad y el respeto que demanda? ¿o más bien preferirías evadir la pregunta?»
Mullen, John — Kierkegaard’s Philosophy: Self Deception and Cowardice in the Present Age